En la década de los años 30, los científicos inventaron unos productos químicos denominados compuestos clorofluorocarbonados.
Durante muchos años se creyó que estos CFCs eran algo maravilloso, pues no reaccionaban con otras sustancias químicas. Fueron usados como propelentes en los sistemas refrigerantes en aerosoles, fluidos de limpieza y para la elaboración de cajas de telgopor y embalajes como los recipientes descartables de comidas.
bibliografia: textos de Jeremy Leggett
traducción de Edith Tálamo
ilustraciones de Rod Ferring
coleccion opreacion tierra
EDITORIAL SIGMAR.
Redacción personal
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